Hay días en los q despiertas sin saber qué pensar... Sabes que algo va a ocurrir, y simplemente no puedes decir qué es, aunque tampoco puedes ignorarlo… va más allá de ti.... me levanto, el frío del suelo termina por despertarme y me cercioro de que mi despertador sigue roto por el golpe que le di hace una hora. Tomo la ropa que dejé tirada la noche anterior y me la pongo mientras salgo de mi pieza. La puerta del baño está abierta y me alcanzo a ver a los ojos. El tipo del espejo parece saludarme… no presto atención. Voy a la cocina y me hago un café, tratando de ignorar el ruido de martillos, bocinas y gritos de una ciudad q parece venir a despedirme a mi propia ventana...
"¿Adonde vas?" me pregunta alguien acallando el concierto que viene de afuera. Una voz cariñosamente familiar... Abro la boca para responderle, pero me doy cuenta de que no sé que decir… Un susurro muere en mis labios... Así, digo lo que siempre digo cuando no se me ocurre nada que responderle a esa voz...
"Vuelvo al tiro, no te preocupes..." pero no hay respuesta. Me doy cuenta de que estoy solo....
Tengo mis llaves, mi celular...descargado, se me olvidó conectarlo anoche. “Idiota” pienso si darle mucha importancia… Lo llevo por inercia, ingenuamente pensando que cuando lo saque del bolsillo estará como nuevo, cargado como por arte de magia... y que en cualquiera de mis pasos va a sonar con una llamada imposible, un numero desconocido, y otra vez esa voz tan querida que me hará cerrar los ojos en un abrazo invisible y un beso transparente...
El ruido de la puerta cerrándose detrás de mi me hace saltar, y caigo como un pájaro derribado a la realidad. Extraño… Me detengo frente al semáforo, aún cuando la luz ha cambiado y me indica que me mueva… no me dice nada... Miro mi celular... Apagado... Sin batería... Lo aprieto en mi mano en caso de que vibre llamando y no lo escuche... “Iluso” escucho. Cruzo el puente, embobado con una canción sin ritmo en los labios y los pies, pensando en que puede sonar en cualquier minuto, segundo... Estoy ansioso. Pienso, siento rápido... Sin lógica. Recuerdo las palabras de ese tipo “existir significa sin sentido o fuera del ser, en griego...” Me suena a tanta verdad que me detengo otra vez, cómo atravesado de repente por una verdad fugaz y trascendental... Estoy solo...
"¿Llegaste?"
"Aún no"...
Vuelvo a comenzar, como un sonámbulo... “¿Aún no suena el teléfono?”... Miro el aparato en mi bolsillo y me muestra su pantalla negra y muerta… casi lo escucho reírse de mí…
Y me subo. Alcanzo un par de monedas del bolsillo de mi mochila y me siento, ausente a todo lo que ocurre a mi alrededor... La micro rechina estruendosamente. Metal contra metal. Odio ese sonido. Ya ni siquiera puedo escuchar aquella canción muda en mis manos... Miro por la ventana, a ver si los colores traen de vuela la melodía. Veo una gaviota cruzar el cielo y me parece el avión en que ella debe estar por aterrizar… Salgo de la hipnosis… “Mi celular”. No suena todavía… apagado… en cualquier momento… “Debe de estar por llegar, debes darte prisa…” escucho a mi lado… sólo puedo seguir esperando a que mi celular suene en mi bolsillo. Dulce fe.
"¿Adonde vas?" me pregunta alguien acallando el concierto que viene de afuera. Una voz cariñosamente familiar... Abro la boca para responderle, pero me doy cuenta de que no sé que decir… Un susurro muere en mis labios... Así, digo lo que siempre digo cuando no se me ocurre nada que responderle a esa voz...
"Vuelvo al tiro, no te preocupes..." pero no hay respuesta. Me doy cuenta de que estoy solo....
Tengo mis llaves, mi celular...descargado, se me olvidó conectarlo anoche. “Idiota” pienso si darle mucha importancia… Lo llevo por inercia, ingenuamente pensando que cuando lo saque del bolsillo estará como nuevo, cargado como por arte de magia... y que en cualquiera de mis pasos va a sonar con una llamada imposible, un numero desconocido, y otra vez esa voz tan querida que me hará cerrar los ojos en un abrazo invisible y un beso transparente...
El ruido de la puerta cerrándose detrás de mi me hace saltar, y caigo como un pájaro derribado a la realidad. Extraño… Me detengo frente al semáforo, aún cuando la luz ha cambiado y me indica que me mueva… no me dice nada... Miro mi celular... Apagado... Sin batería... Lo aprieto en mi mano en caso de que vibre llamando y no lo escuche... “Iluso” escucho. Cruzo el puente, embobado con una canción sin ritmo en los labios y los pies, pensando en que puede sonar en cualquier minuto, segundo... Estoy ansioso. Pienso, siento rápido... Sin lógica. Recuerdo las palabras de ese tipo “existir significa sin sentido o fuera del ser, en griego...” Me suena a tanta verdad que me detengo otra vez, cómo atravesado de repente por una verdad fugaz y trascendental... Estoy solo...
"¿Llegaste?"
"Aún no"...
Vuelvo a comenzar, como un sonámbulo... “¿Aún no suena el teléfono?”... Miro el aparato en mi bolsillo y me muestra su pantalla negra y muerta… casi lo escucho reírse de mí…
Y me subo. Alcanzo un par de monedas del bolsillo de mi mochila y me siento, ausente a todo lo que ocurre a mi alrededor... La micro rechina estruendosamente. Metal contra metal. Odio ese sonido. Ya ni siquiera puedo escuchar aquella canción muda en mis manos... Miro por la ventana, a ver si los colores traen de vuela la melodía. Veo una gaviota cruzar el cielo y me parece el avión en que ella debe estar por aterrizar… Salgo de la hipnosis… “Mi celular”. No suena todavía… apagado… en cualquier momento… “Debe de estar por llegar, debes darte prisa…” escucho a mi lado… sólo puedo seguir esperando a que mi celular suene en mi bolsillo. Dulce fe.